El Facismo se alza entre las sombras (Y no estamos listos para enfrentarlo)
Muchos podrían pensar en el Fascismo como un fantasma del pasado, la ideología detrás de algunos de los más grandes villanos de la historia, o como un término genérico utilizado por la izquierda para atacar a sus críticos. Pero sin equivocación podemos decir no solamente que hay una nueva ola de Fascismo expandiéndose por todo el mundo occidental, sino que es importante recordar que en realidad nunca se ha ido. Ha estado frente a nosotros todo este tiempo, y ahora está intentando regresar a las masas con un discurso moderno y cautivador, amenazando el progreso de nuestra sociedad actual con las mismas tácticas usadas en el pasado para llevar a civilizaciones enteras al borde de un nuevo oscurantismo.
Es esencial enfrentar y resistir a las nuevas formas de Fascismo emergente, pero primero, es fundamental identificar el fascismo, conocer sus ideales para poder identificarlo sin equivocación, ya que no podemos enfrentar un adversario que no conocemos, a pesar de que hayamos escuchado su nombre repetidas veces.
El fascismo es, en su máxima esencia, una ideología sobre el poder, basado en los principios del nacionalismo, la tradición, el autoritarismo y la supremacía. Tal y como lo conocemos actualmente, el fascismo se formaría después del final de la primera guerra mundial en Italia, donde una serie de pensadores y políticos adoptaron la figura del “Fascio”, un antiguo símbolo romano. Entonces se consagraría en un movimiento ultranacionalista, anti-demócrata, anti-socialista y anti-liberalista dirigido por Benito Mussolini, cuyo objetivo era derrocar a la corona italiana e instaurar un gobierno autocrático que restauraría la antigua gloria de Italia (según ellos).
Muchos de los principios del Fascismo Italiano posteriormente serían adoptados por el Partido Nacional Socialista Alemán (abreviado “Nazi”) bajo el liderazgo del ex soldado austriaco Adolf Hitler. Su objetivo era similar al de los italianos: rescatar la gloria y el poder militar que Alemania había perdido al finalizar la primera guerra mundial y firmar la rendición del Tratado de Versalles, pero adaptado a las condiciones excepcionales por las cuales pasaba Alemania. Explotando un sentimiento antisemita ya presente en la población para señalar a la población religiosa y étnicamente judía de ser los responsables por todos los males económicos, políticos y sociales de Alemania.
El fascismo es una evolución de los métodos dictatoriales y autoritarios a los cuales la humanidad había sido sometida durante siglos bajo el yugo de los reyes feudales, las cuales podemos considerar como “Proto Fascistas”. También es importante resaltar como Proto Fascistas las políticas de segregación racial “Jim Crow” impuestas por Estados Unidos contra su propia población de color después del final de la Guerra Civil y la disolución de la Confederación. Estas se mantendrían hasta la aprobación del “Acta por los Derechos Civiles” en 1964, pues estas leyes servirían de inspiración para las “Leyes de Núremberg” que Alemania impondría en 1935 contra la población Judía.
Al finalizar la segunda guerra mundial, quedó en evidencia ante el mundo los horrores que esta ideología es capaz de cometer. Por consecuencia, el nombre del fascismo adquirió una connotación negativa, pues ahora estaba directamente asociado a los exterminios raciales ocurridos en Europa, así como las invasiones y torturas a las cuales el imperio Japonés sometió a gran parte del sur oeste asiático.
Fue entonces cuando los nuevos fascistas se vieron forzados a camuflar sus objetivos, cambiar su discurso y transformar su imagen, siguiendo las pautas de propaganda heredadas de los Nazis, para apelar a una población que inicialmente rechazaría cualquier tipo de asociación directa con los Nazis y los Fascistas italianos. Las dictadoras ya existentes, como la de Francisco Franco en España, adoptarían una imagen más cercana al pueblo, y nuevas dictaduras emergentes, como las que azotarían a Latinoamérica en décadas venideras, justificarían sus acciones antidemócratas y la instauración de regímenes militares como un mal necesario en favor de salvar a la población de “los males del comunismo”.
El fascismo sabe adaptarse a los tiempos modernos mucho más rápida y efectivamente que la izquierda. En lo que a los pensadores y líderes izquierdistas se detienen a identificar y generar estrategias para combatir las nuevas tácticas de la ultraderecha, esta ya habrá logrado calar su discurso ante una nueva generación desprevenida e ingenua, desconociendo el objetivo final este proceso de propaganda y captación ideológica. Por suerte, existen ciertos parámetros para poder identificar las narrativas y figuras del fascismo.
En su ensayo “El fascismo eterno”, Umberto Eco identifica 14 claves que, según él, son comunes a todos los movimientos fascistas. Estas claves son las siguientes:
- El culto de la tradición: el fascismo se presenta como una restauración de un pasado glorioso, que debe ser recuperado.
- El rechazo del racionalismo: el fascismo se basa en el irracionalismo y la emoción, en lugar de la razón.
- El culto a la acción: el fascismo enfatiza la acción y la lucha, en lugar de la reflexión y la discusión.
- El rechazo del pluralismo: el fascismo es un movimiento monolítico que no tolera la diversidad de opiniones.
- El nacionalismo extremo: el fascismo se basa en un nacionalismo extremo que exalta la superioridad de la propia nación.
- El militarismo: el fascismo exalta la guerra y la violencia.
- El antiliberalismo: el fascismo se opone a los valores y principios del liberalismo.
- El autoritarismo: el fascismo es un sistema autoritario que concentra el poder en manos de una sola persona o grupo.
- El culto al líder: el fascismo se basa en el culto a un líder carismático.
- El uso de la propaganda: el fascismo utiliza la propaganda para manipular la opinión pública.
- El uso de la violencia: el fascismo está dispuesto a usar la violencia para alcanzar sus objetivos.
- El machismo: el fascismo es misógino y considera a las mujeres como inferiores.
- El exterminio de los enemigos: el fascismo está dispuesto a exterminar a aquellos que considera enemigos.
- El discurso de odio: el fascismo emplea el discurso de odio para demonizar a sus enemigos.
Eco señala que estas claves no son mutuamente excluyentes y que pueden presentarse en diferentes combinaciones en diferentes movimientos. Sin embargo, él cree que estas son suficientes para identificar un movimiento como fascista.
Actualmente, el fascismo se refugia en los valores nacionales, el rechazo a la migración, la nostalgia por un pasado mejor que nunca existió, la preservación de los valores familiares, el renacer del hombre fuerte y dominante, el retorno de la mujer tradicional ama de casa, el impulso del libre mercado, el culto al corporativismo, y una supuesta lucha por la protección de la infancia. Ninguna de estas narrativas son nuevas entre el fascismo y la ultraderecha (de hecho coinciden con las claves establecidas por Umberto Eco) sino que han sido re empaquetadas en una presentación postmoderna, haciendo pensar a sus adeptos que la persecución a quienes se opongan a sus propuestas políticas les va a empoderar, pero que en realidad restan de a poco derechos que se han obtenido después de décadas de lucha, sudor, lágrimas y derramamientos de sangre, desestabilizando el estado democrático con el objetivo de demolerlo por completo.
La forma más efectiva de combatir es fascismo (sin recurrir a la lucha armada para destituir un régimen fascista ya establecido), es mediante un proceso de formación constante entre los militantes antifascistas. Es necesario conocer la historia y origen del “fascismo clásico” (aquel ideado por Mussolini, Hitler, Franco, Oliveira Salazar, el emperador Hirohito, entre otros), leyendo a sus primeros y más destacables líderes y pensadores, quienes forjarían el camino para quienes les seguirían y mantendrían viva la doctrina fascista a lo largo de las décadas, de esa forma no caben dudas sobre cuáles son las bases del Fascismo, sus métodos y sus estrategias de propaganda.
De igual manera, es importante conocer cómo ha cambiado hasta nuestros días, conocer sus presentaciones contemporáneas, cuáles son las figuras prominentes actuales, los canales por los cuales comparten sus mensajes y captan seguidores. Solo así será posible formar una contra narrativa compuesta por evidencia científica, histórica y socioeconómica, llevando la verdad por delante, porque la narrativa fascista nunca sobrevive a un verdadero análisis intelectual y se nutre en propaganda, manipulaciones, medias verdades y teorías conspirativas.
Es de igual forma crucial llevar el debate ideológico primero entre nuestros propios compañeros en la izquierda. La formación no es posible donde no hay intercambio de ideas, donde el objetivo no es llegar a la verdad a través del diálogo y donde todos los participantes se van a casa con las mismas ideas con las que llegaron. Esto puede atemorizar a algunos compañeros en la izquierda, ante la posibilidad de descubrir quienes entre nuestras filas ya han caído ante las narrativas fascistas actuales sin darse cuenta, aún más preocupante es la posibilidad de que quienes lo hayan hecho nieguen la realidad y defiendan dichas posturas bajo su propio razonamiento. Sin embargo, esto es necesario, pues un militante que caiga fácilmente ante el discurso fascista y se niegue al debate es, sin saberlo ni quererlo, un agente que perjudica a la izquierda desde adentro.
Por último, no se puede convencer a todo el mundo. El fascista fanático nunca va a cambiar de opinión, pues no ha llegado a ninguna de sus actuales posturas mediante el uso de la razón, y no se le sacará de ahí usando la razón. Pero es importante mantener el discurso fascista fuera del mainstream, donde pueda convencer a la gran mayoría de moderados de apoyar políticas que perjudican su propio bienestar e interés.
El fascismo está nuevamente al alza en el mundo, marcando tendencias mediáticas y políticas regresivas. En los Estados Unidos está peligrosamente cerca de derrocar los poderes estatales para instaurar un régimen nacionalista teocrático que traicionaría los ideales de los padres fundadores de su propia nación. En nuestra Latinoamérica, las influencias tanto de nuestros pasados militaristas como de los intereses estadounidenses nos recuerdan lo frágiles que son nuestros sistemas democráticos. Ni siquiera las sociedades mejor preparadas de Europa son inmunes a los miedos infundidos por la narrativa ultraderechista. Solo mediante la organización, la formación, el debate y el activismo colectivo, se puede evitar que se siga expandiendo, y prevenir que las tragedias del pasado se repitan en el futuro.
V. Valentine